En las vísperas del día de San Valentín deseo compartir con ustedes una historia de intriga y encubrimiento al mejor estilo de una película de espías, y es que aunque parezca que no hay ninguna relación entre el espionaje y San Valentín, en ocasiones es necesario utilizar las mejores técnicas de espionaje para hacer surgir (y proteger) el romance, especialmente cuando se trabaja en una compañía en la que las relaciones entre miembros del personal no son bien vistas, en una empresa con estas características es necesario ser todo un James Bond para poder tener una oportunidad de tener una relación libre de interferencias.
Todo sucedió hace unos años, yo había salido en un par de ocasiones con una joven de otra área, y como se acercaba el día de su cumpleaños quería hacerle un presente, por lo que se me ocurrió que podría enviarle un ramo de rosas al trabajo, pero ¿Cómo hacerlo sin que la gente se enterara que había sido yo? Afortunadamente para mi, las florerías tienen servicio a domicilio, ahora solo quedaba el dilema de como poner una dedicatoria al ramo, porque si el repartidor traía el arreglo a mi oficina para ponerle la dedicatoria todos se iban a enterar que yo estaba enviando un arreglo y no me iban a dejar de hacer la pregunta que yo estaba tratando de evitar: ¿Para quién es ese arreglo? Para evitar esta situación decidí que el único camino era dictarle la dedicatoria por teléfono a la vendedora (ya que la compra la hice en línea); con eso resuelto procedí a indicarle el código del arreglo que había seleccionado y a esperar el día de entrega.
Así, cuando el gran día finalmente llegó no pude evitar sentirme como un espía, estaba a cargo de coordinar la entrega del paquete (a través del celular) pero tenía que hacerlo sin que nadie se enterara, incluso ya tenía preparado mi historia para cuando el repartidor llegara a cobrarme el envío, iba a decir que era un pago familiar que estaba a mi cargo, no obstante en ocasiones los planes funcionan mejor de lo que uno los planea porque resulta que ese dia todo el personal de la oficina (menos yo) habían salido a diferentes destinos (reuniones, capacitaciones, etc) dejando la oficina a mi completa disposición, por lo que pude pagarle al repartidor y seguir con mi rutina diaria, solamente me preguntaba si le había gustado el arreglo a la persona a la que se lo había enviado.
Aunque la parte de coordinar la entrega fue todo un reto, la parte más difícil (para mí) fue cuando finalmente pude reunirme con ella y conversar sobre el regalo, ya que todo esto había sido como la película Casablanca: Dos personas tratando de llevar una relación en medio de la Alemania de la segunda guerra mundial, resulta que a ella le habían dado un arreglo de parte de la oficina, pero el mio era de al menos el doble del tamaño, por lo que tan pronto lo recibió sus compañeras comenzaron la inquisición: ¿Quién se lo envió? ¿Trabaja aquí? ¿De qué área es? Afortunadamente no había puesto mi nombre en la dedicatoria precisamente previniendo esta situación, por lo demás el regalo fue muy bien recibido y eventualmente llegamos a ser novios.
A partir de ese momento y por varios días se emprendió una autentica cacería de brujas para descubrir la identidad del anónimo que había enviado tremendo ramo de rosas, pero las medidas tomadas, que muy poco o nada tienen que envidiarle a una película de espías, aseguraron que la relación pudiese seguir su curso natural libre de interferencias externas.