En mi cuarto desde hace dos años esta en un rincón una enorme bolsa blanca conteniendo una caja de un tamaño proporcional que solo dejaba adivinar que fue un regalo por su empaque y un pedazo de listón que no lograba ser contenido por la bolsa y que se asomaba como tratando de convencerme de definir un destino diferente para ellos que acumular polvo.
El camino que condujo este regalo hasta su morada actual comenzó hace dos años (en mayo de 2010) cuando yo estaba viviendo una de las etapas más felices de mi vida, después que logre amarrar con mi ahora ex-novia, pero como con cualquier otro tipo de contrato (porque en el fondo el noviazgo es un tipo de contrato en el que dos personas eligen estar juntas de forma afectiva), hubiera sido bueno darle una buena leída a la letra pequeña porque una de las cláusulas era que sus papas no podían enterarse bajo ninguna circunstancia de nuestra relación, a lo cual yo accedí sin pensarlo.
Durante los primeros días de la relación, en una escapada sabatina a un centro comercial, un vendedor se nos acercó para ofrecernos una pintura hecha en un lienzo similar en tamaño a una hoja carta, como todo buen vendedor andaba un pequeño inventario del cual pudimos escoger el que más nos gustó, debido a nuestra cláusula de confidencialidad (lo cual, en retrospectiva debió disuadirme de hacer lo que relataré a continuación) yo obtuve la custodia del mencionado dibujo, pero en un arrebato de romanticismo en donde el cerebro dio un paso atrás y dejó que el corazón hiciera lo que mejor le pareciera, llevé a enmarcar el cuadro con la intención de regalárselo pero no se lo iba a regalar así como así, quise ser todo un buen novio y primero lo lleve a que lo envolvieran para regalo.
Teniendo todo preparado solo faltaba escoger el momento correcto, de preferencia en una cita en la que estuviéramos cerca de su casa (para que no le costara llevárselo), el dia llego, una cita en la que oficialmente (para sus padres) le iba a ayudar a estudiar matemática en un conocido restaurante ubicado en un centro comercial que esta frente a su casa, la cita transcurrió con normalidad pero cuando llegó el momento surgió un elemento no considerado: ¿Cómo darle la sorpresa? Al final, como todo un experto en el arte de la improvisación comencé mi dialogo: Mire, ¿Qué? hay algo que le quiero decir ¿Qué? ¿Qué quiere? ¿Qué hizo? Para ese momento había logrado que inadvertidamente camináramos hacia el baúl del auto y mientras ella hacia la ultima pregunta yo me gire, lo abrí como todo un experto y saque el regalo, a lo que ella dijo: !No puede ser! en su rostro se asomaron dos sentimientos tan opuestos como el día y la noche, la alegría de una novia que es sorprendida con un detalle y el de la hija preocupada por como va a justificar llegar a la casa con un regalo cuando el permiso otorgado era para ir a estudiar, al final predomino el segundo y fue exteriorizado con un:
No puedo llevarme este regalo, ud. sabe que no me gusta que gaste, además mis papas sabrían de inmediato lo que esta pasando, se lo agradezco pero se lo va a tener que llevar de regreso.
Todos los escenarios considerados en mi cabeza para el momento de entregarle el regalo terminaban con ella y yo dándonos un beso digno de la película mas romántica, el único que no considere fue el que se estaba presentando (y luego me pregunto porque no soy tan bueno en el ajedrez), no obstante, intenté realizar el final que tenia planeado originalmente (después de caído, en lugar de levantarme cavé más profundo), la respuesta fue categórica:
¿Cómo se le ocurre? Estamos frente a mi casa, todo mundo se va a enterar;
Con esto último el panorama estuvo claro, lo mejor era tomar todos los pedacitos de mi autoestima que me fuera posible y proceder a huir de la escena.
Antes de irme, ella me preguntó por el contenido del regalo sorpresa, cuando le dije que era la pintura adquirida en aquel centro comercial fue como la cereza en el pastel:
Yo ya le había dicho que no puedo llevármela, en mi casa no saben de nosotros y no tienen que enterarse, etc.
Yo ya le había dicho que no puedo llevármela, en mi casa no saben de nosotros y no tienen que enterarse, etc.
Al llegar a mi casa puse el regalo en una esquina de mi cuarto y ahí ha estado desde entonces, testigo mudo de lo que comenzó como una buena idea pero que no generó los efectos esperados en la relación por no haber tomado en cuenta lo estipulado en las letras pequeñas del contrato.
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