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Un tiro para recordar

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Con el paso de los años lo que más se recuerda del colegio (además del día de la graduación) son los momentos que uno pasa con sus amigos, en particular en las canchas (de fútbol o basquetbol), ya sea practicando algún deporte o simplemente bromeando, yo recuerdo algunos momentos deportivos que si bien no fueron dignos de entrar en el libro de los records Guiness o de una medalla de oro, siempre me hacen sonreír al recordarlos, en esta ocasión, quisiera compartir uno de esos momentos con ustedes.


La fecha exacta de esta historia se pierde en el lumbral de mi paso a la adolescencia, pero cabe destacar que ocurrió antes que acabara la década de los 80 (en el 88 u 89?), cuando yo me encontraba en tercer o cuarto grado de eduación básica, por esos años (en ausencia de Internet y demás artilugios tecnológicos relacionados) durante el recreo, a mis compañeros de clase y a mi nos encantaba jugar basquetbol, unos eran mejor que otros, valga la aclaración, yo siempre fui parte de "los otros" (lo cual es clave para esta historia).

Un día durante el recreo, como era ya habitual comenzamos un partido de basquetbol, a diferencia de los partidos profesionales solo eramos 4 niños soñando a ser estrellas de la NBA, gritando el nombre de las jugadas que sabíamos o proclamando ser uno de los jugadores bien pagados que veíamos por la televisión. El colegio al que asistíamos tenía una cancha de basquetbol con las medidas reglamentarias y con dos torres de metal para sostener los aros a cada extremo de la cancha, las torres tenían una estructura similar a la de la Torre Eifel de París, no tanto por la altura, sino por la cantidad de vigas de metal por las que estaba conformada, similar a la de esta foto:


Antes de iniciar nuestro encuentro tomamos las decisiones clave: Elegimos a los capitanes, formamos los equipos y acordamos que jugaríamos solo media cancha (todos íbamos a tirar a la misma canasta) y acto seguido dio inicio el partido, el mismo transcurrió con normalidad, salvo que en una de las jugadas, termine siendo acorralado por los jugadores del equipo contrario mientras los jugadores de mi equipo no daban señales de estar por ningún lado, en ese momento, de lo más profundo de mi ser, surgió un impulso de intentar anotar desde media cancha, sin ángulo y sin apuntar (yo estaba de espaldas), así que como todo un profesional me giro y lanzo instintivamente hacia donde estaba la canasta, en mi mente yo visualice el tiro como el de esta foto:


Sin embargo, realidad y fantasía nunca han caminado de la mano, mi tiro salió un poco desviado y terminó por entrar en la parte de atrás del aro (en la torre de metal) y debido en parte a la fuerza que traía, sumado al ángulo con el que entró (y a mi extraña suerte) la pelota comenzó a rebotar sin control, era como si un mini flash hubiese entrado a la torre y tratase desesperadamente de encontrar una salida, en un abrir y cerrar de ojos recorrió la torre de metal en todos los ángulos posibles y nosotros solo podíamos ver un "manchón" rojo que iba y venia sin control al tiempo que escuchábamos el sonido característico de una pelota rebotando contra metal, al final, triunfante, el duende rojo, apareció en la parte más alta del tablero exactamente en línea recta con el aro deteniéndose por un microsegundo como para asegurarse que todos los jugadores pudieran verlo antes de entrar a la canasta sin tocar las orillas del aro.

 Mi momento de triunfo

Aunque para nuestros partidos no contábamos con un narrador, las reacciones que el lanzamiento causó en aquel grupo de niños fueron mejores que si hubiéremos tenido a un cronista: Al inicio, debido a lo malo del tiro, se escucharon los UUUUUU característicos de la burla, seguidos por un sonoro ¡¡¡¡OOOHHH!!!! de asombro al ver la hipervelocidad que alcanzó la pelota por los rebotes, después un microsegundo de silencio total cuando el balón posó para nosotros desde la parte más alta del tablero, seguido por unas sonoras risas combinadas con aplausos cuando el balón entro en la canasta; después vino la pregunta obligada: ¿Fue valido el punto? Desde luego que sí, no iba a permitir que una belleza de tiro como el que recién habíamos presenciado no fuese tomado en cuenta para el marcador, mi argumento principal, como todo buen abogado, fue que no hay nada en el reglamento que impida que una canasta entre después de rebotar (una o más veces) contra el tablero (o la torre, en este caso).

Es justo mencionar que ese tiro fue un aliciente para seguir practicando el basquetbol por un par de años más, no obstante, nunca logre repetir la hazaña de ese día y nunca logré una medalla o trofeo (o cosa que se parezca), sin embargo, viendolo con calma, las medallas y trofeos son sólo metal que (aunque reluciente al inicio) al final va perdiendo su brillo, mientras que, por el contrario, el recuerdo de ese tiro mágico brilla con más fuerza con cada día que pasa, es una lástima que nuestro juego no haya sido televisado, porque así, al menos, podría ver el recorrido de la bola al interior de la torre en cámara lenta y comprender cómo fue que terminó no solo en la parte más alta del tablero sino en linea recta con el aro...


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