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La petición


Un popular comediante salvadoreño solía decir que: "Uno de cipote es tonto", que es otra forma de decir que durante la juventud la falta de experiencia en la vida se combina con la impulsividad y da como resultado acciones que con el tiempo uno se ve obligado a reír de haber tenido la "audacia" para realizar. En ese sentido, espero que la presente historia (acontecida durante mi adolescencia) sirva como un testimonio del valor y arrojo demostrado por un noble caballero de triste figura (los cambios hormonales de la adolescencia fueron todo menos benévolos con mi apariencia) en la búsqueda de probar su valía a su bien amada.

Corría el tercer mes del cuarto año de la década de los 90, toda la comarca de estudiantes de una de las instituciones académicas más respetadas del reino estaba entregada a celebrar el natalicio del patrono que presta su nombre a la misma, las doncellas estaban localizadas por todos los alrededores de la institución de acuerdo a sus intereses, algunas veían a los trovadores, otras veían las competencias de destreza y habilidad en las que los competidores disputaban el dominio de un objeto esferico utilizando ya sea sus manos o sus pies, corriendo de un lado a otro de los recintos rectangulares asignados para tales encuentros, la Dulcinea de nuestro Don Quijote (es decir, yo) se encontraba precisamente entre las que disfrutaban de estas contiendas.

Yo me encontraba a una distancia prudencial de ella tratando de reunir el valor necesario para llevar a cabo la empresa: Comenzar una relación, solicitandole a mi amada la promesa de ser el único habitante de la morada en su corazón (en términos adolescentes, le iba a pedir que fuese mi novia), revelar mis sentimientos e intenciones no seria más difícil aun si tuviera que atravesar un lago con cocodrilos hambrientos, vencer a un temible dragón para después subir a la torre mas alta con tal de poder hablar con mi amor; que dilema, en esta fecha tan importante en el que el mundo conocería a los nuevos Romeo y Julieta (ellos también eran adolescentes), un poco de pánico escénico no podía arruinar mis planes.

Finalmente tomé la decisión, lo mejor era actuar de una vez, el tiempo es precioso y no estaba dispuesto a desperdiciarlo, después de todo era un día de celebración y las cosas no podían salir mal, hasta el momento habíamos sido los mejores amigos y en un momento estaríamos sellando con un beso el inicio de nuestra relación de novios. Respiro profundo e inicio la marcha con un paso ligero y determinado (así como un caballero hacia que su caballo se parara en sus patas traseras antes de entrar en batalla), libro de atropellar a uno, dos, tres adolescentes descuidados que en medio de sus alegría y sin ningún tipo de cuidado se atravesaban en mi camino, luego una bruja me lanza una amenaza y me invita a conocer su casa embrujada: "Nadie saldrá con vida de la casa embrujada, venga a comprobarlo, JA JA JA", acelero el paso y me alejo de ella, para un caballero andante es un placer acabar con el mal donde quiera que este se encuentre pero por el momento toda mi concentración estaba puesta en cumplir mi misión: Pedir su mano al amor de mi vida.

Luego de lo que pareció un camino sin final, llego a sus pies (porque estaba subida en una tarima donde podía ver mejor el partido) le digo que necesito hablar con ella, con una sonrisa me dice: "Claro, ayúdame a bajar", al tiempo que me da la mano y con un pequeño salto aterriza a la par de donde me encuentro, le pido que nos alejemos un poco por los gritos del partido, cuando nos alejamos un poco, con una voz angelical que dejaba ver que realmente no tenia idea de lo que hacíamos ahí, me dice:

"De qué querías que habláramos?" 

Este era el momento de la verdad, el momento que recordaríamos durante el brindis de nuestra boda algunos años después; como un actor a punto de iniciar un monologo en una noche de estreno, siento como si el publico se quedara repentinamente en silencio, el reflector esta sobre mi y yo estoy frente al micrófono, si tardo mucho en iniciar el publico se impacientara, si lo hago muy rápido nadie entenderá lo que estoy diciendo, respiro profundo, mi boca se empieza a abrir con la misma velocidad que la puerta de la bóveda de un banco: 

Esteee, me preguntaba siii, siii le gustaría ser miiii, miiiii...novia? 

Para el segundo "miiiii" pude notar que ella ya había completado la frase en su mente e inconcientemente hizo una secuencia de rostros digna de la portada de un libro de terror: alegría-expectación-sorpresa-asombro-terror, pero para ese momento yo ya había saltado del avión y no podía dar marcha atrás, al terminar la pregunta vino uno de esos momentos de silencio que nunca presagian nada bueno, en ese momento todo parecía estar en cámara lenta, todos a nuestro alrededor habían quedado como congelados en el tiempo y como si tuviera un estetoscopio en mis orejas y la otra punta en mi pecho, comencé a escuchar los latidos de mi corazón: pum-pum, pum-pum, pum-pum, iba cada vez mas rápido, mi boca se puso seca en un instante y parecía que habia dejado de respirar, ella me miro un microsegundo y exclamo: "Ummmmm, que lindo, pero..." después del "pero" deje de escuchar, sin importar lo que dijera a partir de ese momento cualquier camino que tomara conduciría irremediablemente al "no", ahora era yo el que hacia la misma secuencia de rostros que ella había hecho hace un momento, al final logré arreglar la conexión oído-cerebro justo a tiempo para escucharla preguntar: "Estás bien?" asiento con la cabeza y me doy media vuelta para alejarme lo más posible de ahí, como un niño que intenta salir corriendo después que ha sido sorprendido haciendo una travesura (quien fuera Forrest Gump para correr sin detenerme hasta llegar al océano más próximo), ella en un intento por hacerme sentir mejor, me regala un beso y se va de regreso a su tarima a seguir viendo el partido, mientras yo dedico el resto del día a tratar de entender lo que acababa de suceder, sin mucho éxito.


Epílogo: Como Romeo y Julieta nuestra historia de amor no tuvo un final feliz (lo bueno es que no tuvimos que pagar el precio más alto), sin embargo, a pesar que las cosas entre nosotros no volvieron a ser igual, el recuerdo de ese día, las emociones sentidas y aquel beso inocente que marcó el final de una etapa y el comienzo de otra, son todos parte de una historia que compartiremos por el resto de nuestras vidas...

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